30 de octubre de 2005

Halloween


En la Noche de Brujas,
me disfracé con mis amigos del Jardín. (2005)

18 de junio de 2005

La historia del Oso Jacinto que le gustaba comer mucho pero que le hacía mal

El Oso Jacinto era un oso muy gordo pero muy trabajador también, que limpiaba las calles de la ciudad.
Era el encargado de dejar limpias las veredas y las plazas donde juegan los chicos.
Barría, barría y barría sin parar.
Era muy responsable en su trabajo. Y era, también, muy buen compañero.
Pero al Oso Jacinto le gustaba mucho comer.
Algo que no está mal.
Pero el problema era que al oso Jacinto le gustaba comer muchos choripanes.
Y también comía pizza, empanadas, hamburguesas, panchos, papas fritas,
Y también caramelos, chocolates, galletitas, alfajores, helados, chupetines, confititos, chicles,
¡¡¡Y lo peor era que comía todas esas cosas juntas!!!
Y después, claro, le dolía la panza.
¡Y cómo le dolía!
Y se sentía mal.
La señora de Jacinto, que se llamaba Dorotea, se preocupaba mucho por él y le decía siempre:
“Jacinto, no comas tantas porquerías, tenés que alimentarte bien”
Pero Jacinto no hacía caso.
Y, en cuanto podía, ¡zas! Se embocaba un choripán.
O una pizza, 55 empanadas, 32 hamburguesas, 23 panchos, y 140 papas fritas…
Y de postre, 1234 caramelos, 238 chocolates, 3 kilos de galletitas, 45 alfajores, 37 helados, 14 chupetines, 769 confititos, y muchos, muchos, muchos chicles (¡que hacen doler los dientes!)
Un día, mientras estaba trabajando, llegó la hora de comer.
Y, en lugar de almorzar la comida sana que Dorotea le había preparado (que era una tarta de zapallitos riquísima), el pavo de Jacinto se fue a un restaurante y…
¡¡¡se comió todo lo que había!!!
Y claro, después se sentía mal. Muy mal.
Ese día no pudo seguir trabajando.
Se sentía tan, pero tan mal, que se sentó en un banco de la plaza y se quedó dormido.
Y su jefe lo descubrió durmiendo en el trabajo y se armó flor de lío.
Entonces, el Oso Jacinto tomó conciencia de que no podía seguir así.
Que si se la pasaba comiendo porquerías, se iba a enfermar y, además, iba a tener problemas en su trabajo.
Desde entonces, el Oso Jacinto le hace caso a su señora Dorotea y se cuida.
Y, cada tanto, se come un rico choripán.
O un helado.
O una hamburguesa.
Pero ahora le gustan también las ensaladas y la carne asada.
Y las manzanas, la sandía, el melón y las peras.
Y lo mejor es que se siente muy bien.

¡DIOSA!

¡DIOSA!
LOLA LETTIERI